Homenaje al mártir y organizador
campesino, asesinado por la GN hace 35 años
Por Armando Salazar
Acérquese compañero
A reclamar su
salario
Porque es lo que
exigimos
Todos los
revolucionarios
Nosotros lo que
exigimos
Salario de 11
colones
Y también lo que
exigimos
Arroz, tortilla y
frijoles…
SAN SALVADOR - Estos eran los versos de las canciones campesinas que cantaba
Justo Mejía. Un chalateco, “come-bofe”, como les decían a los jornaleros y
campesinos que llegaban con sus pedazos de pulmón de res, para aliviar la
comida en las cortas de café. En las fincas, los terratenientes daban algunas
chengas a los apuntados, pero no a los agregados, a quienes tampoco les pagaban
el “séptimo”. En los peroles no pocas veces se mezclaban los frijoles con
cucarachas, ratas, babosas y otras cosas.
Las ráfagas de viento se ensañaban en
miles de jornaleros provistos solo de plásticos, apuñados y apilados en las
veredas, calles o galerones de las fincas.
Corría el año de 1974 y Justo Mejía fue
fundador de la Unión de Trabajadores del Campo, UTC, en Chalatenango, junto a
Toño Morales, Facundo Guardado, Carlos Guardado y Santos Martínez, a quienes
poco después se les une Ovidio López (Carabina), Amado Valle, Carmen Tobar y
Neto Menjívar. La UTC se une a FECCAS y posteriormente se forma la Federación
de Trabajadores del Campo, FTC, cuyo secretario general llegó a ser Apolinario
Serrano (Polín).
El pasado 9 de noviembre, en Las
Vueltas, Chalatenango, la municipalidad dirigida por la alcaldesa Rosa Cándida
Alas, declaró la fecha como el día de “Los Mártires de Las Vueltas”. Hace 35
años, un 9 de noviembre, Justo Mejía, dirigente de la pobrería chalateca, fue
capturado y asesinado al norte de Dulce Nombre de María por la Guardia Nacional
en 1977. Es una imborrable cicatriz de un cuarto de siglo.
A Lupita, quien fuera su esposa, el
alma se le atragantaba en la garganta frente a los presentes: mi esposo, un
día antes, andaba en Dulce Nombre de María invitando para la primera toma del
Ministerio de Trabajo. Se vino a las 6 de la mañana del lugar de donde estaba y
salió para el centro de Dulce Nombre de María y allí se encontró con la guardia
Nacional. Allí lo capturaron.
La Guardia Nacional lo traía y llevaba
en un carro en Dulce Nombre. Testigos relataron que los verdugos ya le habían
arrancado las uñas con las boquillas de los fusiles G-3. Justo, golpeado,
sangraba… mientras los guardias lo mostraban amenazantemente a la población.
Después, los guardias se lo llevaron
rumbo a San Fernando y se detuvieron a la altura de El Trigalito. A él
le quebraron sus brazos, porque lo colgaron de los árboles, le sacaron el ojo y
lo fueron a dejar, decapitado. Quiero decirles que los compañeros de él, de
Dulce Nombre, mandaron a llamar al
juez de Tejutla. Que fuera a reconocer
el cadáver. Y el juez les dijo que iba a ir, pero que no iba a ir solo. Y así
fue. Llegaron. Y llegaron con la Guardia Nacional. Desde que íbamos en el bus
al compañero que había comprado el ataúd, le preguntaron que quién había
comprado el ataúd y entonces él les dijo que estaba haciendo una obra de
caridad… a
los familiares que estábamos allí nos pusieron en fila y ellos encañonándonos.
Y al compañero que llevaba la caja, lo tuvieron amarrado.
Entonces mi esposo quedó
enterrado allí. A los 17 días, los mismos compañeros, no sé quiénes, lo
fueron a sacar de allí donde había quedado. Lo prepararon y lo trajeron
para El Jícaro. Algunos quizá recuerdan. Se hizo la manifestación en El
Jícaro. De allí se trajo a él y se vino a velar aquí a la casa de
nosotros, aquí en La Ceiba.
Recordar a este sencillo y decidido
dirigente jornalero, 35 años después, es como si nos volvieran a sacar el
corazón. Una crueldad sin límites. ¿Cómo no iba a dar fuerza moral para
soportar tanto sacrificio y dar entusiasmo para seguir?
Con megáfonos, los campesinos en la UTC
llamaban a los guardias nacionales de Las Vueltas para que se hicieran
presentes al velorio de Justo Mejía. Pero no llegaron, no quisieron llegar. La
Guardia Nacional después destruyó un sencillo mausoleo en La Ceiba, lo hicieron
pedazos. Pasados 15 años, después de la guerra, la familia pudo levantar otro y
aún no lo han destruido.
La familia de Justo Mejía tuvo que
huir: un escuadrón de la UGB (Unión Guerrera Blanca) había pintado una mano
blanca y sus siglas sobre la puerta de su casa.
Marco Tulio, sobrino de Justo Mejía,
frente a los presentes, después de consultas familiares, informó que su tío fue
asesinado a los 45 años, calculando su nacimiento en 1932, dando un nuevo giro
a la tuerca chalateca donde se sabe cuándo murió, pero pocos o nadie sabe
cuando nació. Por estos tiempos tuviera 80 años.
… me acuerdo de que en la asamblea
departamental de la Unión de Trabajadores del Campo, allá en El Conacaste, en
octubre del 77, Justo Mejía dirigió esa asamblea departamental de la UTC,
porque él ya era de la dirección de la Federación de Trabajadores del Campo,
FTC. Y en esa ocasión, el 27 de octubre del 77, la Guardia Nacional que estaba
en esta casa (frente
al parque) fue a sacarme de la casa a mí y lo primero que hicieron fue
preguntarme por mi tío.
Yo sabía que estaba en El Conacaste,
pero como yo ya le había encontrado unos documentos a mi tío, allá en La
Vega, en un terrenito que teníamos, la famosa Estrella Roja y El Rebelde y
había encontrado que decía “Revolución o Muerte”. Pues yo, aunque no era de las
FPL todavía, pero yo dije “Revolución o Muerte” aunque me estuvieran
culatiando, aunque me estuvieran pegando con los botines. Pero les negué hasta
el último detalle. Y yo sabía exactamente que mi tío estaba en El Conacaste.
Como digo, aquí hay tantos
compañeros que ofrendaron la vida. Compañero Ovidio López, cariñosamente
“Carabina” de Los Naranjos. Me acuerdo cuando lo veía aquí en la iglesia en
aquel tiempo tocando el requinto en las misas. Allí empezaron los compas, a
través de la palabra de Dios y allí se fue entrando la semilla. A la luz del
evangelio se concientizó la gente y eso, así era.
Justo Mejía no pudo estar en la toma
del Ministerio de Trabajo, pero el Bloque Popular Revolucionario
sí arrancó reivindicaciones a la dictadura y a los terratenientes.
Lupita pide no olvidar, porque ese fue el ideal de nuestros mártires
que cayeron. Porque ellos murieron con el ideal que un día el país iba a cambiar
y que nuestros niños iban a tener el pan de cada día, como me lo decía mi
esposo.
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