jueves, 19 de enero de 2012

El creador del logo de la Farabundo


DOMINGO, 13 NOVIEMBRE 2011
Semblanza de un guerrillero a quienes muchos señalaban de pequeño burgués
Por Armando Salazar
SAN SALVADOR - Pedro Mancía su nombre. Bachiller del Externado San José, Promoción 1976. Otro pequeño burgués, de muy alta sensibilidad social y creatividad en el dibujo y diseño, que se integró sin reservas a la lucha social a mediados de los 70’.

Pedro, siendo un activo joven católico, fue un dibujante excepcional al servicio de las luchas y las víctimas campesinas. Recuerdo un boletín en 1977, de la Secretaría Social del Arzobispado, sobre los “operativos combinados” de los cuerpos represivos y tropas del ejército.
Era la primera vez que el ejército que utilizaron helicópteros artillados en una operación que resultó en la masacre de familias campesinas y desolación en San Pedro Perulapán, El Rodeo, Istagua, La Esperanza, Tecoluca…
Algunas ancianas sobrevivientes testificaban que
los guardias inescrupulosos “le machetearon las pitas de la cama”.  Otras casas humildes fueron incendiadas. Los muertos y muertas yacían alrededor o en las alambradas de los cercos. Pedro, escuchaba en las oficinas del Socorro Jurídico. La información era clara.
Pedro aprendió de hombres y mujeres sencillos como Polín o Ticha Puertas, dirigente campesinos, que  volcaron su vida en la lucha de los pobres. Y sin duda, algo que marcó a muchos, fue el asesinato del padre Rutilio Grande en El Paisnal, en marzo de 1977, por los escuadrones de los ricos.
A partir de esos días, Pedro comenzó  a llamarse José Roberto.
Un día antes de que asesinaran a Monseñor Romero, en la misma capilla de la colonia Miramonte, Pedro se casó con Ana Eugenia Orlich - Raquel. Era una formal confirmación católica de una relación amorosa que ya había transitado varios años colegiales e iniciaba clandestinos sobresaltos urbanos. Más allá de una especie de validación en la “vida social”, fue poner sus compartidas manos por el esfuerzo revolucionario en este país.
Por ese contacto de venas y arterias con los que sufrían la represión militar, José Roberto, fue abriendo sus veredas al clandestinaje del paso de la indignación solidaria a la convicción del concepto del pueblo armado, como forma, espacio, tiempo y condensación del espíritu. Ya no retórico, sino del anonimato creativo insertado en el riesgoso torrente del desafío social.
Por azares y compartimentaciones urbanas de la época, convivimos en un local alquilado, al norte de la Miramonte, a mediados de 1980. Fue allí donde se cuajó el logotipo de armas del Frente Farabundo Martí. José Roberto fue su diseñador: unos fusiles terciados teniendo al centro la imagen de Agustín Farabundo Martí.
El logo del Frente guerrillero, en el clandestinaje, fue un hecho simbólico con el que se identificaba y unificaba la izquierda revolucionaria y fue reproducido tanto en imprentas como en los artesanales mimeógrafos de madera en los frentes. Pedro, también fue el último dibujante y diseñador de “El Rebelde”, emitido por las imprentas revolucionarias en la clandestinidad.
Un día, Raquel llamó por teléfono y dijo: “Mirá, al chucho como que le ha dado rabia”. Era la señal de que el local clandestino donde vivíamos, estaba en situación de emergencia por operativo de cateo en la zona. En esa misma cuadra, según informaciones posteriores, había 5 locales clandestinos: 3 de las FPL y 2 del ERP, sin que ninguno de ellos supiera o se entendiera respecto a los otros. 

Uno del ERP y otro de las FPL, de las unidades de guerrilla urbana, habían colocado sendas minas anti-tanques en sus puertas principales: unas “cacerolas” explosivas de unos 40 centímetros de diámetro. Nada pasó. José Roberto tuvo que salir del país. 
En el exterior, José Roberto creó  también el logo de Radio Farabundo Martí, que se difundió en las redes de solidaridad internacional y la prensa. No nos volvimos a ver hasta finales de 1984, en la zona de El Picacho y el cerro El Talzate en Chalatenango, donde se movía la radio después de bombardeos aéreos al campamento.
A veces, antes o después de una transmisión o en una situación de retirada por un operativo militar, le pedíamos que nos contara películas que él había visto en el cine en meses recientes. Se ajustaba la cachucha color caqui y comenzaba a maniobrar con los ojos, el rostro, la voz, las manos y el cuerpo (en plenos matorrales y arboledas) y nos metía efectivamente a la película: nos integraba a la trama de lo que él había experimentado frente a las pantallas.
Debido a la persistente interferencia con potentes señales transmisoras de los yanquis con su buque el Golfo de Fonseca y desde el Cerro de Las Pavas, Radio Farabundo Martí inició la experiencia de transmisión en la banda de los 31 metros de onda corta. José Roberto asumió también esa misión. La Farabundo transmitía normalmente en los 40 metros SW y desplazaba la frecuencia en los transmisores y acopladores para evadir la interferencia enemiga.
Ingresar al Frente Norte, también significó la separación con su cría: Robertío. Éste,cuando era niño de pocos años, vivía con su madre, Raquel, en la casa de la corresponsalía de la agencia SALPRESS en Managua, de la que Raquel era la responsable.
Un día, Robertío se despertó en un atardecer caluroso preguntando por su madre. “El Negro”, un compañero lisiado, combatiente de los comandos regulares (la J-28) y que realizaba labores de monitoreo en la corresponsalía, le dijo en broma con algún tono de enfado: “No está. Ya se fue”. Raquel había salido a una reunión.
Robertío, un niño infatigable e inteligente le dijo de inmediato: “Nooooo Negro. Esto es muuuuuy serio”, para que El Negro eliminara la incertidumbre. Finalmente, El Negro, haciéndole cosquillas, le dijo que su madre ya regresaría.
José Roberto fue asesinado después de resultar herido, en la zona montañosa al norte de Dulce Nombre de María, en 1987. Cayó cuando escondía equipos de transmisión de la RFM en medio de un operativo militar ejecutado por oficiales y tropas de la Cuarta Brigada de Infantería.
Fotos: colaboración de Patricia Morales, Jaime Aquino y María Teresa Escalona.

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